Aquella primavera llegaba a su fin, con ella se completaba una década de dictadura entre crisis económica, protestas y una ya inocultable miríada de muertos y torturados. La tensión se había vuelto habitual en los atardeceres dictatoriales, al tiempo que se hacía de noche, la ciudad se hundía en la rutina y la incertidumbre. Ese 14 de diciembre el calor aún crepitaba en el concreto cuando varios estruendos simultáneos rugieron, extendiéndose prepotentes por entre poblaciones y cerros del país. La rutina se detuvo ante la inmaculada oscuridad de aquella noche. Mas esta penumbra no era de temor o represión, sino pletórica de esperanza y preñada de insurgencia, esa noche de diciembre de 1983 nacía desde la oscuridad de su primer apagón, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Ya nada sería lo mismo, porque al coraje de miles de chilenos y chilenas que se enfrentaban a la dictadura, muchas veces con solo el entusiasmo, se unía ahora la fuerza de las armas organizadas.
El surgimiento del Frente no fue al azar, era la rúbrica de largos años de esfuerzos y debates al interior del Partido Comunista y de la propia experiencia de todos aquellos que desde un primer momento se opusieron a la dictadura y que pensaban que a la decisión, la entrega y el trabajo político, había que sumarle el elemento militar. Es por ello que el apagón simboliza el fin de un periodo y el nacimiento de otro: de la autodefensa de masas, de la rebeldía, de la fuerza armada del pueblo para enfrentar a los militares en otro terreno, en su propio terreno. Desde el mismo día del golpe se dieron manifestaciones de resistencia a la barbarie, como en Valparaíso, por ejemplo, donde tres días después del golpe se materializó un alzamiento armado en defensa del gobierno popular. Y así, se llevaron a cabo múltiples acciones de sabotaje menor y, además, de multitudinarias protestas, particularmente en el año 1983, que movilizaban al pueblo, pero que - al mismo tiempo - lo dejaban en la indefensión frente a los órganos represivos de la dictadura. Se había masificado el uso de barricadas, especialmente en las poblaciones periféricas, como una forma de autodefensa, pero aún faltaba el componente militar a un nivel superior y así lo comprendió el partido comunista que designó a un conjunto de compañeros para acometer dicha tarea. Algunos habían hecho su experiencia en Chile, otros se habían formado como oficiales en el extranjero y habían combatido en Nicaragua; ellos fueron la simiente de lo que habría de transformarse en la principal organización político militar y que, eventualmente, desempeñaría un rol crucial en el derrocamiento de la dictadura y en la recuperación de la democracia en nuestro país.
El pueblo en el Frente
El FPMR tuvo su origen en el partido comunista, pero muy pronto miles de chilenos se incorporaron a éste sintiéndose interpretados por el accionar de este grupo de jóvenes que derrochaban valentía, creatividad y, por sobretodo, consecuencia entre lo que decían y hacían. Muchos creyeron en la política de Sublevación Nacional impulsada por el Frente que llamaba a la movilización, a la paralización del país, a asestarle golpes a la dictadura. El Frente suscitaba admiración y apoyo, porque era parte del pueblo y, además, porque era capaz de enfrentarse de igual a igual a las fuerzas armadas que por tanto tiempo habían gobernado a través del terror en Chile. Se crearon las Milicias Rodriguistas que eran la expresión de masas del trabajo militar y se realizaron millares de pequeñas y grandes acciones. Participaron hombres, mujeres, niños, ancianos. Todos jugaron una labor esencial: facilitando casas para reuniones, para acuartelamientos previos a operaciones; confeccionado banderas o pasamontañas; ocultando a combatientes, reuniendo comida para los presos políticos; guardando armamento, imprimiendo o escribiendo para “El Rodriguista”, la revista del Frente; recabando información para llevar a cabo acciones; ingresando o sacando a gente fuera del país. En fin, todos aportando de acuerdo a sus posibilidades para contribuir, no solo al éxito del Frente, sino que para terminar con aquella larga noche de violencia. Y para ello era indispensable recurrir a todas las formas de lucha, por lo tanto aquel ya lejano apagón primaveral venía preñado de insurgencia, de ira, de ternura revolucionaria que, a veces, es también necesariamente violenta.
Luis Gavilán
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