d) deterioro de las condiciones de vida y salud mental: Las crisis económicas del “neoliberalismo”, en particular el aumento del desempleo y la proliferación de los trabajos mal pagados e inseguros, tienen múltiples efectos, que se extienden más allá de las condiciones materiales de vida y afectan tanto al ser social como a las relaciones más intimas de los individuos que las sufren. Incluidos los efectos que la forma de producción capitalista produce en el ecosistema y la naturaleza en general, que contaminan, enferman y matan a la población del país, y los propios trabajadores y sus familias.
El daño psicológico y de vida inflingido a los trabajadores asalariados y eventuales, es en muchos aspectos es tan perjudicial como las pérdidas materiales. Por lo demás las patologías mentales debido al desempleo, a la inseguridad en el trabajo y a la degradación de éste, al endeudamiento, a la falta de previsión social, etc. se expresan en un aumento de los índices de depresión crónica, de rupturas familiares, de suicidio, de violencia doméstica, malos tratos infantiles y de comportamiento antisocial, en particular si los desempleados se encuentran aislados o son incapaces de exteriorizar su hostilidad y su rabia mediante la acción colectiva. La impotencia social y política del individuo genera impotencia personal y se expresa bajo la forma de pérdida de la autoestima, de trastornos sexuales y de inversión de la rabia hacia el interior, lo cual da lugar a un comportamiento autodestructivo.
Al contrario, cuando el trabajador socializa su descontento y lo convierte en un problema público, es más fácil que la hostilidad se canalice en movimientos sociales, que dirigen la agresión hacia la patronal y el estado. No obstante, si no existen movimientos progresistas, la hostilidad exteriorizada corre el peligro de caer bajo el control de grupos que actúan contra otras trabajadores (minorías raciales, mujeres inmigrantes, etc.). De esta manera el rol de la organización bajo la forma de movimientos de desempleados, de organizaciones sociales comunitarias que llevan a cabo exigencias colectivas tienen un efecto positivo no solo sobre la creación de nuevas oportunidades de trabajo, sino también desde el punto de vista terapéutico y de vida. Las luchas colectivas incrementan la autoestima y la eficacia personal, crean solidaridad y ofrecen una perspectiva social. En este contexto, la catástrofe se convierte en una experiencia de aprendizaje, de solidaridad práctica.
El daño psicológico y de vida inflingido a los trabajadores asalariados y eventuales, es en muchos aspectos es tan perjudicial como las pérdidas materiales. Por lo demás las patologías mentales debido al desempleo, a la inseguridad en el trabajo y a la degradación de éste, al endeudamiento, a la falta de previsión social, etc. se expresan en un aumento de los índices de depresión crónica, de rupturas familiares, de suicidio, de violencia doméstica, malos tratos infantiles y de comportamiento antisocial, en particular si los desempleados se encuentran aislados o son incapaces de exteriorizar su hostilidad y su rabia mediante la acción colectiva. La impotencia social y política del individuo genera impotencia personal y se expresa bajo la forma de pérdida de la autoestima, de trastornos sexuales y de inversión de la rabia hacia el interior, lo cual da lugar a un comportamiento autodestructivo.
Al contrario, cuando el trabajador socializa su descontento y lo convierte en un problema público, es más fácil que la hostilidad se canalice en movimientos sociales, que dirigen la agresión hacia la patronal y el estado. No obstante, si no existen movimientos progresistas, la hostilidad exteriorizada corre el peligro de caer bajo el control de grupos que actúan contra otras trabajadores (minorías raciales, mujeres inmigrantes, etc.). De esta manera el rol de la organización bajo la forma de movimientos de desempleados, de organizaciones sociales comunitarias que llevan a cabo exigencias colectivas tienen un efecto positivo no solo sobre la creación de nuevas oportunidades de trabajo, sino también desde el punto de vista terapéutico y de vida. Las luchas colectivas incrementan la autoestima y la eficacia personal, crean solidaridad y ofrecen una perspectiva social. En este contexto, la catástrofe se convierte en una experiencia de aprendizaje, de solidaridad práctica.
FPMR Puente Alto
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